El momento de la ducha siempre se considera un momento de relajación y un momento para recargar pilas. Sin embargo, la ducha aún se divide. Entre los que les gusta una ducha caliente y los que prefieren una ducha fría, hay una gran frontera. Entonces, ¿cuál elegir? En este artículo, lo guiaremos a través de las diferencias entre estas dos escuelas, así como los beneficios de cada ducha para que pueda elegir la correcta.
La ducha caliente y sus beneficios
Para relajarse y descansar
Cuando la ducha no supera los 38 ° C y los 39 ° C, puede resultar muy relajante. Este efecto se siente inmediatamente tan pronto como nuestro cuerpo entra en contacto con el agua caliente. En este sentido, liberará todas las tensiones que podamos sentir en nuestros músculos. Por lo tanto, la ducha de agua caliente afloja las contracciones musculares y alivia la rigidez.
Al mismo tiempo, la ducha caliente también ralentiza nuestra respiración y hace que respiremos más profundamente. Así, ante esta situación, nos vemos indirectamente obligados a concentrarnos en nuestra respiración aunque signifique olvidar, por un momento, nuestras preocupaciones cotidianas. En definitiva, la ducha de agua caliente nos relaja y nos relaja.
Para limpiar la piel
También debes saber que el calor tiene efectos beneficiosos sobre nuestra piel. Permite, en particular, dilatar los poros. Esta acción da como resultado una liberación y eliminación más eficiente de todas las toxinas de la piel. En resumen, una buena ducha caliente limpia la piel en profundidad.
Al mismo tiempo, cuanto más se dilaten los poros, mejor podrá penetrar el cuidado que apliquemos a nuestra piel. Además, las duchas de agua caliente son mucho más efectivas para eliminar el exceso de grasa y suciedad de la piel. Sin embargo, incluso si el agua caliente es eficaz, será necesario prestar atención a su temperatura. Este último no debe ser demasiado alto.
La ducha fría y sus beneficios
Para tonificar y para un mejor gasto calórico
Se sabe que la ducha fría es vigorizante y vigorizante. Más explícitamente, estimula nuestro cuerpo y lo despierta para estimular las fibras musculares. Así que si necesitas ponerte en forma por un día, nada mejor que una buena ducha fría. Además, la ducha fría favorece la concentración.
Además, si quieres adelgazar o si adoptas una dieta adelgazante, la ducha fría debe ser un buen aliado. De hecho, una ducha fría contribuye en gran medida a la pérdida de peso al hacer que el cuerpo queme más calorías para calentarse. De todos modos, cabe señalar que una ducha fría no es una cura milagrosa para adelgazar. Tendrá que ir asociado a la actividad física y a una dieta sana y equilibrada.
Para estimular el sistema inmunológico
Cuando se toma una ducha fría, más precisamente a una temperatura de alrededor de 15 ° C, su cuerpo produce automáticamente más glóbulos blancos. Sin embargo, el papel principal de este último es el de defender nuestro organismo frente a posibles agresiones externas. Así, al tomar una ducha fría, refuerzas tu inmunidad y proteges tu cuerpo de cualquier riesgo de agresión externa.
Pero aún así, una buena ducha fría proporciona una mejor circulación sanguínea a nuestro cuerpo. En consecuencia, todos los órganos del cuerpo, cuando está en contacto con el frío, estarán mejor oxigenados. Esto quiere decir que los órganos estarán mejor provistos de nutrientes y funcionarán mejor. Además, una ducha fría puede mejorar enormemente el bienestar.
En resumen, la ducha fría y la ducha caliente tienen sus ventajas. Lo importante es escuchar a tu cuerpo y elegir la temperatura que más le convenga. Si una ducha caliente es lo que más te conviene, ten cuidado de no exceder los diez minutos. Por otro lado, si te tienta la ducha fría, tienes que acostumbrarte reduciendo gradualmente la temperatura del agua.